Son las 9 de la mañana, suenan los despertadores, arranca la vida en el barco… Sin embargo, algo no cuadra: no entra luz por las ventanas, sólo hay oscuridad, no ha amanecido. Es posible que no estén donde creen estar pero no pueden saberlo porque la brújula da vueltas aleatoriamente, incapaz de marcar el norte. Los monitores, los relojes digitales, todo el aparataje ha comenzado a fallar.
Ainhoa va al cuarto de Ulises para agradecerle que salvara a su padre pero éste no puede contenerse y le reprocha que se meta en la cama con él para luego ir a acostarse con otro. Quien va a apoyarla más de lo esperado es, paradójicamente, su padre. El capitán ha decidido que debe darle una oportunidad al novio de su hija y les ha invitado a ambos a cenar. También quiere pasar más tiempo con Valeria, a la que ha decidido acompañar a clase.
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